Arqueólogos chinos en los trabajos de restauración de los famosos guerreros de terracota, en una imagen de 2007 |
Los arqueólogos que trabajan en la tumba del primer emperador de China, Qin Shihuang, conocen bien los sentimientos de frustración y temor que provoca estar frente al mayor descubrimiento de la era moderna... y no poder tocarlo. “Es como tener un regalo empaquetado en casa, saber que dentro está lo que más ansías, y no poder abrirlo”, comenta uno de los técnicos.
No es para menos. El mausoleo del hombre que unificó el Imperio del Centro se mantiene intacto desde hace más de 2.200 años en el interior de una pirámide de tres pisos y 76 metros de altura, cubierta de tierra y preservada por un complejo sistema de drenaje. Aunque no se sabe en qué condiciones se encuentran los cuerpos del emperador y de su corte, y uno de los responsables de las excavaciones de los guerreros de terracota, Duan Qingbo, considera que se habrán podrido; escritos antiguos detallan cómo su interior esconde tesoros de valor incalculable que seguramente se han mantenido en tan buen estado como las 6.000 estatuas encontradas hasta ahora. Pero los libros también describen trampas que podrían dificultar la apertura de la cripta.