domingo, 16 de diciembre de 2012

Monstruos de cada día


El pasado viernes Luis Eduardo Aute volvió a tomar contacto con su público barcelonés en el escenario del hasta ahora infrautilizado teatro Artèria Paral.lel. Local para el que parecen estar cambiando las cosas aunque hoy por hoy las noticias sobre la nueva línea de programación son inciertas y solo se intuyen por los espectáculos ya anunciados en su cartelera. Hacía dos años desde la última actuación de Aute en Barcelona y esta vez se presentó de una forma poco convencional: iniciando su actuación con la proyección de una película.

El niño y el basilisco es un nuevo filme de Aute dibujado totalmente a mano en blanco y negro y animado de forma un tanto rudimentaria, hecho este que le confiere un atractivo muy especial frente al derroche de digitalización de cualquier película de animación actual. El corto, de unos veinte minutos, habla sin palabras de los monstruos de cada día. Y precisamente de esos monstruos versó también todo el concierto que siguió.

Aute presentó íntegramente su disco recién aparecido, El niño que miraba el mar, intercalando entre las nuevas canciones otros temas más antiguos y también más populares. Como un cronista de la actualidad más cruda y, al mismo tiempo, más cercana, fue repasando esos monstruos en los que, según sus palabras, el hombre va convirtiéndose. Todo salpicado de sexo, tonalidades anticlericales y bastante poesía de lo cotidiano. En eso, Aute es un mago: aunque su voz hay perdido bastantes enteros sabe explicar las cosas con las justas dosis de distanciamiento e implicación que las hacen creíbles, convierte a cada oyente en un cómplice sin caer nunca ni en el victimismo ni en la proclama mitinera.

Así sucedió en Artèria Paral.lel donde, entre tanto horrible monstruo del presente, recuperó algún recuerdo del pasado, como sus Somnis de la plaça Rovira, cantada en catalán, que estrenó hace un par de años y que habla de la plaza de Gràcia en la que vivió de niño. Recuerdos inocentes que, según su visión, se han ido convirtiendo en monstruos con el paso de los años.

Un concierto sin sobresaltos en el que la voz del cantautor estuvo perfectamente arropada por un sucinto trío en el que destacó una y otra vez la omnipresente guitarra de Tony Carmona.

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